Escribimos nuestra editorial durante el estado de emergencia nacional declarado por el presidente Martín Vizcarra en respuesta a la pandemia del COVID 19. En estos días, el estado garantiza el abastecimiento de alimentos frescos para las familias en aislamiento social obligatorio; es decir, el campo no para.
“El 80 % de nuestros alimentos vienen de la agricultura familiar” es una frase que hemos escuchado y leído en múltiples oportunidades. Este episodio, aún en curso, nos ayuda a entender la dimensión de su significado. Como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agricultura familiar es la forma predominante de producción agrícola en el mundo y una fuente primaria de alimentos. Cada día ingresan a las ciudades los alimentos frescos que aseguran que las familias puedan permanecer en sus casas, sabiendo que no tendrán problemas para abastecerse de ellos.
La agricultura familiar es diversa y se adapta a todos los climas y condiciones. Cumple un rol importante en la gestión de los recursos naturales, la preservación del patrimonio cultural y la seguridad alimentaria de todo el país.
En redes y medios vemos múltiples muestras de agradecimiento a las familias agricultoras. Es impostergable que este agradecimiento se transforme en políticas públicas y medidas concretas de apoyo a la agricultura familiar, que sobrevive en medio de la pobreza e inseguridad alimentaria de gran parte de nuestras áreas rurales, sin acceso a un crédito adecuado a sus características, sin suficientes tierras para llegar a un nivel de producción adecuado, sin asistencia técnica que mejore su productividad o le permita acceder a mercados y espacios de comercialización justos.
La agricultura familiar y su futuro, a través de las y los jóvenes, son la razón de ser del proyecto FORMAGRO. Por ello, el presente boletín está dedicado a ella.
Hacemos un recorrido por los retos, riesgos y posibilidades que enfrenta y destacamos el potencial de la agroecología como alternativa para producir alimentos en el contexto actual de cambios e inestabilidad. Compartimos la historia de hombres y mujeres que rompen barreras y estereotipos para desarrollar sus conocimientos y capacidades en agroecología y desarrollar emprendimientos innovadores en base a su actividad productiva, dándose las herramientas para alcanzar su independencia económica y lograr así el bienestar de sus familias.
También, reflexionamos sobre el alcance de los espacios promovidos por el proyecto FORMAGRO, como el Fondo Wiñay y los Foros Nacionales, para consolidar el emprendimiento rural y empoderar a las y los jóvenes como promotores del desarrollo local sostenible.
En tiempos de emergencia, miramos al campo y la agricultura familiar nos acoge. Es momento de darles la mano y valorizar el arduo trabajo que realizan para alimentar a nuestras familias.
Émilie Lemieux
Directora del proyecto FORMAGRO