Entrevista: El trabajo y método de Formagro contribuirá al desarrollo local de Yanama

por Annie Montcalm-Cardinal
15 de diciembre del 2016 4:56 pm

Entrevista a Albino Adriano Andagua Roca, director general del Instituto de Educación Superior Tecnológica (IEST) Antonio Raimondi de Yanama


–       En su localidad, ¿qué dificultades o problemas enfrenta la formación de las y los jóvenes en el campo agropecuario?

Tenemos un abandono histórico. Si bien hay programas y proyectos especiales que desarrollan la agricultura, aún no es suficiente. Tenemos, además, el problema del desempleo y la falta de oportunidades de las y los jóvenes en el campo, todo eso hace que ellos migren en busca de oportunidades económicas para mejorar su calidad de vida.

También tenemos todas las facilidades que dan algunas universidades privadas con bajo costo de pensiones. La tendencia sigue siendo la de estudiar en la universidad. Lamentablemente a los tecnológicos siempre se nos ha mirado con ciertos prejuicios, como instituciones de mando medio, y eso hasta ahora no se logra superar en el país.

Si nos ponemos a reflexionar, si seguimos así, más adelante el problema puede ser mayor, porque los que se van a ir quedando en el campo son las personas mayores, y ya no tendremos jóvenes ni infantes.

–       ¿Y cómo cree que se puede captar el interés de ellos y ellas para que no migren y se queden a estudiar y trabajar en el campo?

A través del instituto hemos tenido algunos resultados importantes, porque hay jóvenes (hombres y mujeres) que se han quedado y están contribuyendo al desarrollo de su localidad. Si bien aún no se han insertado en el mercado laboral, algunos son dueños y dueñas de sus propios terrenos. Sin embargo, aún hay mucho por hacer.

Pienso que debemos trabajar para que tengan una formación de calidad emprendedora y puedan contribuir en el desarrollo de la localidad. Es deseable que trabajen con un fuerte enfoque ambiental para adecuarnos al cambio climático, porque lo que está pasando (no solo en Yanama) es que, producto del cambio climático, la agricultura se está volviendo cada vez más difícil, y las personas, en vez de afrontarlo, prefieren irse y abandonar el campo. Este componente es muy importante.

También será necesario tener siempre la óptica asociativa porque es difícil que salgan adelante sin ayuda. Es fundamental el papel organizativo y fortalecer sus capacidades e iniciativas, sobre todo a las y los jóvenes que estudian la carrera agropecuaria en el instituto y que participan en Formagro, que no necesariamente han terminado la secundaria, pero que están involucrados en el campo agropecuario.

Estudiantes de FORMAGRO – región Áncash (2016) Foto: Carlos Ly

–          ¿Nos puede contar cómo fue el acercamiento de su institución con el proyecto Formagro y qué expectativas tienen?

Estamos empezando con Formagro desde hace poco y he visto un entusiasmo enorme en las y los jóvenes. Están participando muchos hombres y mujeres, y esto es importante también por el enfoque de género, porque muchos temas del manejo de pastos, de la alimentación familiar, entre otros, está en manos de las mujeres y ellas deben capacitarse también. Además, se espera que ellos y ellas puedan seguir estudiando en el instituto.

La presencia de SUCO y de ALLPA es muy importante, porque nos ayuda a poder proyectarnos mejor a la comunidad, porque teníamos muchas dificultades en ese sentido. A través de Formagro podemos salir hacia el campo y hacer una extensión, lo que no podíamos hacer antes. Podemos salir a la comunidad con programas de formación agropecuaria y parcelas experimentales que nos sirven para que ellas y ellos puedan compartir sus experiencias y sus aprendizajes, y recoger también esas experiencias del campo.

Pienso, entonces, que el trabajo de Formagro, en este tiempo, va a contribuir mucho con el desarrollo local.

–          ¿Qué opinión tiene sobre la metodología educativa que está impulsando Formagro?

Uno de los componentes fundamentales del enfoque por competencias es “aprender haciendo”. Esa metodología que se viene impulsando es muy beneficiosa para las y los participantes, y nosotros –como institución– estamos en el camino de implementar esa metodología también. Es lo que queremos, que las y los jóvenes aprendan haciendo; y, luego, viendo los resultados, puedan tener una actitud más positiva hacia la actividad agropecuaria. Desde luego, siempre sin descuidar la base científica de lo que están haciendo.

–          En su opinión ¿cuál es el valor agregado del programa?

Es la participación de las y los jóvenes, pues hace que ellos se involucren en los trabajos que venimos haciendo como institución. Además, no solo están cultivando o elaborando sus productos, están también socializando y fortaleciendo sus capacidades organizativas. Como pequeños agricultores y agricultoras es más difícil que estén solos y solas, pero en forma conjunta se pueden lograr más cosas, incluso, conseguir financiamiento para la mejora de sus cultivos, de su ganado, de lácteos, de pastos, entre otros.

También se está apostando para que puedan conseguir mejores oportunidades de apoyo en el sector privado y público, para que puedan ofertar sus productos de calidad al mercado. Seguramente en las instituciones educativas podemos formar a las y los jóvenes, pero si no llegamos a organizarlos bien ni a fortalecer sus capacidades, entonces la intervención sería insostenible.

–          ¿Piensa que es factible implementar los módulos que está promoviendo el proyecto en su institución, continuar con el trabajo y asegurar así la sostenibilidad de la intervención?

Yo pienso que sí. Fortaleciendo las capacidades de los institutos, se va a poder sostener el programa a través del tiempo. De no ser así, sería una cuestión emotiva o algo temporal como es lo que ha ocurrido con otros programas o proyectos, justamente porque no se logró el compromiso de la gente y la conciencia en la importancia de la continuidad.

El instituto de Yanama se está viendo fortalecido con este proyecto y todos sus participantes. Eso es clave para asegurar la sostenibilidad.

–          ¿Considera, entonces, que hay futuro para la carrera agropecuaria y para las y los jóvenes del campo?

Hay futuro no solo para las y los jóvenes, sino para toda la sociedad. El problema principal de la alimentación es el bajo rendimiento en la productividad del campo agrícola. Desde ese punto de vista es importante que la carrera agropecuaria tenga que mantenerse y fortalecerse a través del tiempo. Si bien la tendencia de ellos y ellas es no involucrarse con carreras de campo, hay que hacer un enorme trabajo para que el campo no sea abandonado, pues si no tendremos problemas muy serios de nutrición y alimentación.

Para nosotros es una responsabilidad muy grande la de contribuir en fortalecer y mantener esta carrera. Yo he visto, en todos estos años, como en muchos lugares hay dos o tres alumnos o alumnas para la carrera agropecuaria, a diferencia de otras que tienen 30 o 40 estudiantes. Frente a esta realidad no podemos quedarnos con los brazos cruzados, debemos actuar. Aquí hay una gran responsabilidad de nosotros, y podemos hacerlo porque no estamos solos.

–          ¿Hay algo más que quisiera añadir?

Quisiera agradecer a SUCO, a la ONG ALLPA y, por supuesto, a la cooperación canadiense por interesarse en este tema tan sensible que es el problema de la agricultura y la ganadería en la zona altoandina de nuestro país. Formagro es un proyecto que merece reconocimiento y debemos ponerle fuerzas e interés. Estamos convencidos de que este es un programa que tenemos que aprovechar y asegurar su sostenibilidad a través del tiempo.