Araceli Natividad Moreno: la determinación de una mujer emprendedora

A sus 17 años, Araceli Natividad divide su tiempo entre dos grandes retos: ingresar a la Universidad y consolidar el emprendimiento familiar Muruanti (‘granos andinos’ en quechua).

Luego de terminar el colegio, cada uno de los intergrantes de su grupo de amigas y amigos de toda la vida tomó rumbos diferentes. Todos, menos ella, salieron de Caraz siguiendo sus planes de continuar estudios superiores. Algunos se mudaron a Lima; otros, a Huaraz; uno ingresó rápidamente a la Universidad. Por eso, para no perder contacto, crearon un grupo WhatsApp y es allí donde comparten sus anécdotas, consejos y también se ayudan con los estudios.

Desde pequeña, Araceli se involucró en el negocio al que considera una tradición familiar. “Los papás de mis abuelos vendían la kiwicha cruda. Después, mis abuelos se animaron a tostarla. Hace diez años, mis padres empezaron a procesarla en sartenes de aluminio. Hoy trabajamos con maquinarias especializadas”.

Hace un año, por curiosidad, se inscribió en el módulo: “Gestión de Negocios Rurales” dictado por el proyecto FORMAGRO en Caraz. El nombre la atrajo y pensó que le ayudaría a unir sus planes de estudiar administración con el emprendimiento familiar.

El nerviosismo del primer día de clases, rodeada de personas que no conocía, fue rápidamente vencido por las sesiones dinámicas y los trabajos grupales. Al llegar a su casa compartía emocionada los nuevos conocimientos y las experiencias de otras personas con emprendimientos particulares, y con el apoyo de sus padres, los implementaba en el negocio.

Es así que establecieron un punto de venta fijo en Huaraz, etiquetaron sus productos y los promocionaron destacando -además de su sabor y presentaciones novedosas- su valor nutricional y su carácter agroecológico.

“Es el producto que conocemos hace tiempo, solo tienes que hablar lo que sabes del producto.”

Cuando concluyó el módulo, Araceli presentó su emprendimiento a concursar en el fondo de financiamiento promovido por FORMAGRO, el Fondo Wiñay. Fue la primera vez que expuso ante un jurado. Si bien se preparó para presentar el plan de negocio de su harina de 7 semillas, sentía que la ansiedad se apoderaba de ella. Su mamá, quien la acompañó en el stand, le dio el valor que necesitaba: “Es el producto que conocemos hace tiempo, solo tienes que hablar lo que sabes del producto.” Ganar el fondo afianzó la confianza en sí misma y les ayudó a implementar con nuevos equipos su planta de procesamiento.

Con mucha disciplina, Araceli destina sus mañanas a clases virtuales de preparación para el examen de ingreso a la Universidad- en la facultad de Administración- y sus tardes a la producción. A pesar que el estudio y el trabajo ocupan la mayor parte de su tiempo, los fines de semana los destina a su familia, va con ellos al río o al campo. Aunque no se olvida de sus amigas y amigos. “Les conté mi experiencia con el Fondo Wiñay, que jamás pensé llegar a estos lugares como Barranco, ni conocer a personas con experiencias tan bonitas”.

Aracely espera postular pronto a la Universidad y continuar con su plan de mudarse a Huaraz para estudiar. Recogiendo siempre las sugerencias de sus compradores para ensayar nuevos productos, sus siguientes retos son consolidar sus ventas en Huaraz y posicionar su emprendimiento en su natal Caraz. Así se prepara para, en un futuro cercano, tomar las riendas del negocio familiar.

“Les conté mi experiencia con el Fondo Wiñay, que jamás pensé llegar a estos lugares como Barranco, ni conocer a personas con experiencias tan bonitas”