Dionisio Gonzales: la resiliencia, la innovación y la capacidad de reinventarse ante la adversidad

La familia Gonzalez Pumallihua vivía en Huanca Sancos, Ayacucho, dedicada a la agricultura y ganadería. Dionisio, el tercero de cinco hermanos, veía a su padre, Emiliano Gonzales, viajar durante los meses del verano limeño al balneario de Pucusana en la capital para trabajar como mozo o cocinero.

El conflicto armado interno que atravesaba el país alcanzó a su familia en 1989, cuando su papá, un líder en su pueblo, fue asesinado. Con gran esfuerzo, su madre logró hacer que, uno a uno, todos sus hijos terminen sus estudios en la capital. Fue así que, a los 11 años de edad, se mudó a Lima, junto con su hermana Pilar, para estudiar la secundaria en un colegio de Villa el Salvador mientras trabajaba, por las tardes, sacando fotocopias. A pesar de su interés, la falta de dinero le impidió postular a la universidad y, a insistencia de su hermana, estudió la carrera técnica de computación en SENATI.

Con el apoyo de FORMAGRO, actualizó sus páginas de Facebook e Instagram, implementó un espacio para el beneficio de animales en su vivienda y con todos los protocolos de bioseguridad, salió a vender sus patos de forma directa al público consumidor.

Si bien terminó la carrera y encontró trabajo en un taller de reparación de computadoras, sentía que su vocacion era el campo. Esta pasión lo llevó a trabajar como técnico en una granja de gallinas y a soñar con tener su propio criadero. En el año 2015 hizo realidad su sueño. Empezó criando un centenar de patos para vender durante las celebraciones por el día de la madre y fin de año. Poco a poco fue ampliando su producción.

Dionisio se capacitaba activamente para mejorar su crianza y así, por sugerencia de su cuñado, se inscribió en el curso de negocios agropecuarios sostenibles dictado por FORMAGRO en Lurín, en el año 2016. El curso le motivó a darle un enfoque agroecológico a su granja, naciendo «Rico Pato Granja Ecológica» para abastecer con carne de pato sana, nutritiva y sabrosa a diversos mercados y restaurantes campestres de Lima.

La adaptación al nuevo contexto

El cierre de los restaurantes debido a la pandemia de COVID-19 no solo le generó la pérdida súbita de sus clientes sino que también le planteó el problema de cómo alimentar y vender los 200 patos que cada mes se reproducían en su granja. Frente al riesgo de perder su capital de trabajo, se reinventó y encontró un canal de venta en las redes sociales. Con el apoyo de FORMAGRO, actualizó sus páginas de Facebook e Instagram, implementó un espacio para el beneficio de animales en su vivienda y con todos los protocolos de bioseguridad, salió a vender sus patos de forma directa al público consumidor.

Poco después, a la venta por delivery le sumó la participación en las agroferias campesinas de Magdalena y en los mercados itinerantes De la Chacra a la Olla del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego. Ahora, si bien cuenta con una clientela que reconoce el sabor y la calidad de su producto y poco a poco recupera el mercado de restaurantes, continúa capacitándose en el uso de herramientas digitales y en otros temas que le permitan expandir su negocio.

El amor por la tierra

Pese al éxito alcanzado en Lima, Dionisio no olvida a su tierra natal. Dos veces al año viaja a Huanca Sancos y comparte todo lo aprendido. Con sus hermanos instaló el riego por goteo en la chacra de su mamá y enseñó a sus familiares a preparar abonos orgánicos con la bosta de sus animales. En una pasantía observó los paneles solares y poco después los instaló en la casa de su mamá en el campo, donde no hay fluido eléctrico.

Piensa en impulsar una feria en su pueblo, sueño que comparte con sus paisanos en Lima y con las autoridades de su comunidad. Tiene la fortaleza y tranquilidad para salir adelante  “Atravesamos momentos difíciles, donde pudimos tirar la toalla, pero no lo hicimos; al contrario, tuvimos que reinventarnos y adecuarnos a la realidad, porque no podíamos quedarnos con las manos cruzadas”.

“Atravesamos momentos difíciles, donde pudimos tirar la toalla, pero no lo hicimos; al contrario, tuvimos que reinventarnos y adecuarnos a la realidad, porque no podíamos quedarnos con las manos cruzadas”